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UN VIAJE EN EL TIEMPO DE VENEZUELA A ESPAÑA

 

Este fragmento de la historia de vida de Ender dura tan solo tres años. Ahora mismo él es usuario de Alcer Coruña, de nacionalidad venezolana, que llegó a nuestro país buscando la vida que allí no podían asegurarle.

Ender trabajaba como encargado de cocina en un restaurante de Panamá cuando todo empezó. Comenta que tenía mucha presión (trabajadores a cargo, elaboración de menús, compra, almacén...) y que probablemente su “rutina diaria” de alimentación (mucho café, mucha comida elaborada...), descanso y sueño no fuese la más adecuada precisamente por el ritmo laboral que llevaba.

En medio de este frenesí, comienza a dolerle la cabeza durante una larga temporada, hasta que un día ese dolor vino acompañado de vómitos y mareos en una mañana que iba a empezar a trabajar. Se vio obligado a acostarse en un armario de la cocina porque era incapaz de mantenerse de pie. Ese mismo día lo trasladaron a urgencias del hospital, donde permaneció 22 días y donde le detectaron por primera vez una creatitina de 5,10. A Ender no le sorprendió esta cifra, ya que conocía su significado (dos de sus hermanos ya estaban en diálisis).

Después del ingreso, volvió a casa y tras percibir una leve mejoría, también decidió volver al trabajo. Esta vez de encargado del mismo restaurante en el que trabajaba, lo cual suponía una menor carga mental y física. En este momento es cuando decide ir al nefrólogo privado, para conocer realmente su estado de salud. Fue este doctor quien le explicó el estado irreversible de su enfermedad y le anunció que tendría que entrar en diálisis en un corto período de tiempo. “Depende de lo que te cuides”, le dijo el médico, “pero tendrás que ir a diálisis”.

Ender no quería dializarse en Panamá, donde residía en aquel momento, por lo que decidió volver a Venezuela junto a su familia. De vuelta a casa, tuvo problemas e incluso un “susto” en el autobús que lo trasladaba desde el aeropuerto hasta la residencia familiar, ya que no podía respirar y se encontraba muy mal.

Ender comenzó a bajar de peso, a sentirse mal físicamente (a pesar de estar ya en diálisis en este momento) y aun así, su espíritu luchador hizo que volviese a trabajar para poder salir adelante. “Siempre tuve muy presente a mi hermano Albart, que pese a llevar ya un tiempo en diálisis, nunca dejó de trabajar”. Fue así como decidió, junto con un amigo, alquilar el restaurante de un hotel y aventurarse en un nuevo reto laboral.

Ender nos comenta en este punto que la diálisis en Venezuela no es “ni en sueños” como aquí en España: “allí había cortes de luz en medio del tratamiento, no hay material para todas las personas y lo normal es que te dialices como mucho dos veces a la semana. La dieta y la alimentación son fundamentales en diálisis, pero allí no puedes hacer dieta porque solamente puedes comer lo que te queda en la nevera de casa. No teníamos médico muchas veces en la unidad y el nefrólogo que estaba cuando yo iba, llegó a irse de la clínica en la que me dializaba por la situación que allí se vivía. Éramos nosotros, los pacientes, los que hacíamos colecta para arreglar los sofás y comprar material y cada persona que iba al tratamiento tenía que costearse el desplazamiento. Allí las ambulancias no existe (y mucho menos gratuitas). No nos hacían tampoco analíticas, podíamos hacerlas nosotros de forma privada y llevarlas al médico de la unidad para que conociese nuestra situación, pero no era habitual como aquí tener control analítico mensual. Las máquinas eran muy viejas y las televisiones para 4-6 personas. ¿Y los trasplantes? Los trasplantes hace 3 o 4 años que ni se realizan”.

El espíritu inconformista y luchador de Ender le hizo ver que la calidad de vida relacionada con la salud no era la mejor en su país. Al poco tiempo, el restaurante que alquilara tampoco daba ganancias (“allí el valor de la moneda cambia mucho y teniendo en cuenta los gastos y los empleados, llegó a no ser rentable”), por lo que terminó cerrándolo. Se vio sin trabajo, dependiente de personas que lo llevasen a diálisis porque no tenía coche…y se armó de valor para buscar una solución.

Comenzó a investigar, a leer, a informarse…y en dicha búsqueda apareció España como “líder en donación de órganos”. Aquí vivían ya la madre de su hijo y su hijo desde hacía un tiempo y a pesar de que uno de sus hermanos le ofreció a ir se para Chile con él, Ender decidió armarse de valor y apostarlo todo por llegar a España y tener una mejor calidad de vida. Esta decisión implicó incluso que tuviese que mentirle a su familia para que éstos aceptasen su decisión, diciéndoles que aquí tenía ya las diálisis buscadas y tratamiento asegurado. Finalmente compró el billete y viajó a España.

Cuando llegó a nuestro país, llevaba ya dos días sin dializarse junto con las casi 12 horas de vuelo. A su llegada a Madrid, tenía leído que debería solicitar “asilo político”, pero en un primer momento entró en calidad de turista y le sellaron la entrada en España. En el aeropuerto, nadie preguntó a la Guardia Civil como tenía que hacer para quedarse en el país y lo derivaron al puesto de Policía. Allí, pese a que sus fuerzas eran ya limitadas, les contó la verdad a los agentes de su viaje a España y sin poder arreglar la documentación, tuvieron que derivarlo al hospital para que lo atendiesen de urgencia dada su situación e salud.

Incomunicado con su familia venezolana y en el hospital, tras su primera diálisis lo derivaron al refugio de personas sin hogar “El Pinar de San José”. Una vez allí, le asignaron centro concertado de diálisis y comenzó a conocer la ciudad y a arreglar la documentación para poder residir en el país, finalmente en calidad de “ayuda humanitaria”. Aunque tenía donde dormir, Ender comenta que en el refugio donde estaba llevan personas con problemas de alcohol, drogas…y se sentía inseguro. Gracias a la ayuda de una de sus enfermeras de diálisis, pudo entrar en Cáritas Madrid, donde le ayudaron a seguir asentándose en la ciudad. Allí se reencontró con su hijo y comenzó a trabajar (sin contrato). Semanas más tarde, se trasladó a una ONG de refugiados, donde también recibió información para conocer nuestro país y donde hizo un curso de pastelería.

En este momento es cuando llega su hermano Albert de Venezuela (en la misma situación irregular que Ender) después de que Ender lo convenciese para vivir. Aunque los ayudaron a ambos y ambos pudieron acceder al sistema de salud universal de España y tenían ya historia clínica abierta, Ender no tenía trabajo para poder salir adelante. Fue así como comenzó a buscar un lugar en España donde fuese más fácil salir adelante que en Madrid y como conoció Galicia (a través de un amigo). “En ese momento necesitaba buscar herramientas para salir adelante y sentirme seguro. Quería trabajar y no depender de nada ni de nadie”.

Aquí llegan y nos conocemos, conocen Alcer Coruña y comenzamos a trabajar con ellos. Cierto es que nos lo han puesto fácil, ya que tras varios “sustos” ligados a la salud, Ender tuvo la suerte de poder trabajar desde el momento en el que llegó y de compatibilizar sus empleos con el tratamiento de hemodiálisis que realiza en la clínica Diaverum Santiago de Compostela.

Cuando terminábamos esta historia de vida, Ender nos decía varias cosas que probablemente le den más valor, si cabe, a su historia. Las compartimos con vosotros/as:

“Aquí las personas con enfermedad renal tienen mucha suerte de poder acceder a un tratamiento de diálisis con tanta calidad: una enfermera para pocos pacientes, televisión, medicación, sofás cómodos…”

“No ha sido fácil pero nada es imposible, lo aposté todo para venir porque quería seguir viviendo”

“Mi sueño es poder estabilizarme económicamente y traer a mi familia para aquí. Ojalá pudiese ayudar a personas que se encuentran en mi situación en Venezuela. De hecho, fallecieron ya muchas de las personas con las que nos dializábamos allí…”

Otro de los sueños que persigue Ender es el de poder regentar algún día aquí su propio negocio. Desde Alcer Coruña seguiremos sus pasos de cerca. Seguro que lo conseguirás!

Ender, en una visita a la ciudad de Coruña



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